Sosteniendo emociones

Las emociones no son positivas ni negativas, nosotros interferimos en su acción con nuestro juicio, rechazando algunas y valorando en exceso la presencia de otras.
La emoción es la manera que tienen nuestras tripas de comunicarse con nosotros, así si nuestra intuición corporal intuye un peligro físico o emocional para nosotros nos avisará con el miedo y de esta forma nos ayuda  a conocer los propios límites donde nos sentimos seguros, si nuestro vientre percibe un desafío o una necesidad de atacar nos pondrá en contacto con la rabia y nos dará la fuerza para enfrentarnos a lo que nos parece injusto para nosotros, también nos dará la fuerza para ocupar nuestra posición en el mundo, el dolor nos informa de cuáles son nuestros límites, el dolor físico nos informa de que estamos pasando un límite peligroso para nuestra integridad física, también cuando en lo emocional algo nos duele sabemos que eso no nos gusta, que no es bueno para nosotros en este momento. La tristeza te permite escucharte a ti mismo, cuando algo te pone triste es un síntoma de una carencia, de que algo que es importante para ti no está presente, la tristeza te invita a recogerte, a estar contigo con tu verdadera necesidad, a acompañarte y descubrir qué cosas son importantes para ti.
Todos estas emociones aparecen en el cuerpo para cumplir una regulación del organismo en contacto con el mundo, que reacciona constantemente con él.
Las emociones vienen a nosotros para ejecutar su trabajo, luego si nada las retiene se disuleven por sí mismas. Sin embargo muchas veces las emociones se convierten en un problema.

¿Cuándo se convierten las emociones en un problema?

El mayor obstáculo a una vivencia natural de las emociones es no querer sentir la emoción y esto es lo que crea el nudo emocional.

Hay que ser muy valiente para sentir el miedo y estar con él... sin embargo tener miedo lo juzgamos de cobardía, tanto es así, que rechazamos la emoción del miedo como un síntoma de ser cobarde, débil, inválido, impotente...
Sentir miedo nos hace estar en nuestra vulnerabilidad
Sentir rabia nos hace conectar con nuestra fuerza y capacidad de atacar y defendernos... utilizar la rabia muchas veces por ciertas personas es juzgado como "ser malo" y conlleva una sensación de culpa.
Sentir tristeza nos conecta con nuestra fragilidad y muchas personas pueden juzgar esto como ser debiles blandos y perder el control de la vida.
Lo común es que la emoción nos haga sentir vértigo y nos apriete el aliento, lo acelere o lo comprima.
Nos da miedo sentir emociones. Tenemos mucho entrenamiento en evitar sentirlas, así que ahora nos toca aprender a estar con ellas. Sostenerlas.

Integrar las emociones de una manera natural es parte del proceso de recapitulación, pues es en nuestra historia personal donde aprendimos lo peligroso para nuestro ego de sentir determinadas emociones y donde creamos mecanismos de defensa para evitarlas.
Ahora tenemos que devolverle el espacio y el poder a nuestras aliadas emociones. Simplemente admitiendo que tienen una utilidad para nosotros, y que están aquí para ayudarnos. Si seguimos peleándonos con ellas, rechazándolas, se quedarán en forma de nudos y fijaciones mucho más complejas que una simple emoción.
Cuando rechazamos el miedo lo convertimos en una defensa exagerada, en una preocupación neurótica por los peligros de la vida, en ansiedad, el organismo en tensión preparado para defenderse de peligros imaginarios, que podrían ocurrir en el futuro, en una obsesión por la seguridad.
Cuando rechazamos la rabia nos amputamos nuestra capacidad de acción asertiva en la vida, convertimos la rabia en un discurso moralista de lo bueno y lo malo, en una búsqueda neurotica de la perfección que consiste en juzgarnos constantemente para ser siempre niños buenos.
Cuando rechazamos la tristeza, huimos del dolor con tanta fuerza que pasamos por encima de nuestros límites, de nuestra sensibilidad, dejamos de escucharnos a nosotros y a los demás, y nos covertimos en una locomotora imparable que no percibe el daño que hace por donde pasa... por huir del dolor nos volvemos sordos a nosotros y a los demás y nos alejamos de nuestro corazón...

SIEMPRE QUE HUIMOS DE UNA EMOCIÓN CREAMOS SUFRIMIENTO PARA NOSOTROS Y PARA LOS DEMÁS

La madurez es sostener las emociones, y entrenarse en la vida cotidiana para ello. El grupo es el mejor sitio para una reeducación emocional, para experimentar qué pasa cuando entro en el miedo, ¿me muero?¿o sobrevivo? qué ocurre cuando me dejo llevar por la rabia ¿mato a alguien o simplemente proclamo en voz alta lo que quiero para mi y lo que no quiero? qué pasa cuando me entrego a mi tristeza ¿entro en una depresión sin salida o me entrego a un llanto pendiente que por sí mismo me consuela y me devuelve mi alegría y mi esperanza?
En los grupos unos nos apoyamos a otros y tenemos la oportunidad de aprender que la emoción viene como una parte de nuestro organismo a ayudarnos y cuando hace su trabajo con nosotros se va y estamos mucho mejor que antes.
Esto no sirve creérselo, sólo sirve experimentarlo, y en grupo mejor.